martes, 7 de enero de 2014

7 de enero

Víctor Roura dedica su columna Rolas al margen a nuestro disco (el rojo).


Llego en la noche a casa de Octavio, quien acaba de perder uno de sus lentes de contacto. Él piensa que quizá sigue en el ojo. Lo acompaño al Hospital de México, donde le aseguran que en el ojo no está el lente.

-¡Ya lo perdí, entonces!

Para colmo, le sigue doliendo la espalda. Nos vamos al departamento de Óscar. No está. Le dejamos una copia del artículo con Jorge el Oso.



Mamá-Z
Un rock distinto
Víctor Roura/7 de enero de 1986/La Jornada/Página 26/Rolas al Margen

Las canciones de Mamá-Z, nueva agrupación integrada por los guitarristas Octavio Martínez, Agustín Aguilar y Gerardo Aguilar, el baterista Óscar Fernández y el bajista Jorge Escalante, consiguen apresar al escucha por su irremediable lozanía.

Con el peculiar arrojo que caracteriza el inicio de toda empresa musical, Mamá-Z agrega el de la seguridad melódica. Porque sus piezas no sólo ofrecen la variedad rítmica indispensable sino que incluso se acercan a su propia definición, de no ser por algunos titubeos instrumentales. Pero ésos son detalles menores, a fin de cuentas, pues los aciertos son mayores, como los juiciosos usos que hacen de las guitarras: no hay, a lo largo de su disco, ningún abuso de acordes; por el contrario, su sonido logra alcanzar por momentos la madurez del grupo que se ha pasado años consolidando un estilo.


Mamá-Z advierte: He aquí un disco. Un disco grabado en unas cuantas horas. Un disco a la medida de nuestros bolsillos. Un disco con errores. Un ensayo, quizá, del disco deseado; pero disco al fin. El primer disco de Mamá-Z. Aclaración que los exalta.

Hay algo de atractivo en sus composiciones, algo que los distingue y los personaliza, algo distinto. Es probable que dicha atracción radique en su dominio de la melodía. Como pocos conjuntos roqueros, Mamá-Z deposita su línea musical en los juegos vocales. La instrumentación, si bien no cumple un papel de mero acompañamiento, cuando menos sí sostiene con esmero las letras. Están a su altura. Y, por lo tanto, aquí no caben las ostentaciones de las virtudes de un requintista o los malabarismos de un percusionista. No. En Mamá-Z se reúnen músicos con el propósito de hacer canciones. Es notorio, asimismo, su gusto por los rocanrolitos de los sesenta.

Sus letras no son producto del azar musical. No se acomodan a las notas de las guitarras, sino que tienen un lugar aparte. Hace años, la mayoría de los grupos de rock trabajaba sus letras de acuerdo a los resultados de su búsqueda instrumental. Las letras se adaptaban a la música. Con fortuna, los grupos de hoy han considerado las dos partes como fuentes de distinta procedencia. Mamá-Z, en este aspecto, trabaja con singular acierto…


(…)


En sus rolas hallamos el fastidio de la rutina laboral, el desencanto de la relación amorosa, la visión desenfadada del joven...




Mamá-Z (514-5588) se introduce a nuestro rock con un primer disco aceptable, digno.

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